sábado, 25 de abril de 2009

Terciopelo y seda

Julio Romero de Torres (1880-1930)


De terciopelo y seda era su cuerpo,
pero no lo vio nadie.

La enseñaron, ya desde pequeña,
a trabajar muy duro y no quejarse.
A levantarse al alba, blanca y fría,
a ser ave sin vuelo, flor sin aire.

Un día marcha a la ciudad inmensa.
Allí conoce a un hombre, uno de tantos,
pequeño y arrogante.
Los hijos le vendrán sin desearlos,
sin desear a nadie.

Y seguirá cosiendo y cocinando.
Es su deber. No lo discute nadie.
La vida va pasando lentamente
detrás de los cristales.

La enseñaron a ser el pan que se cocina,
la mesa que se pone, la ceniza que arde,
y así vivió su triste y corta vida,
ignorada e ignorante
de todas las bellezas de la tierra.

Nunca de la pasión de los sentidos
le hablaron. De cómo un beso
puede encender el aire.
Y una sencilla, dulce melodía,
hasta el cielo elevarte.

Un día se durmió en la vieja mecedora.
Para siempre. Sin haber florecido.
Marchita ya la tez, marchita el alma.
Como tantas mujeres innombrables.

De terciopelo y seda fue su cuerpo
y no lo supo nadie.

Pino Betancor (1928-2003)

sábado, 18 de abril de 2009

La cuna vacía

Gustave Henry Mosler (1875-1906)

Bajaron los ángeles,
besaron su rostro,
y cantando a su oído, dijeron:
“Vente con nosotros.”

Vio el niño a los ángeles,
de su cuna en torno,
y agitando los brazos, les dijo:
“Me voy con vosotros.”

Batieron los ángeles
sus alas de oro,
suspendieron al niño en sus brazos,
y se fueron todos.

De la aurora pálida
la luz fugitiva,
alumbró a la mañana siguiente
la cuna vacía.

José Selgas (1824-1882)

sábado, 11 de abril de 2009

Le dijo la brisa al viento

Jacob van Ruisdael (1628-1682)

Tengo miedo de no ver la noche
de no saber cuando a ti me acerco
de no saber cómo es tu rostro
de no saber si debo de permanecer lejos.

Tengo miedo de esas nubes que me traes
desde tan lejos
de esas olas que acompañas en silencio
de esos campos que azotas en silencio.

Tengo miedo de las aves en el cielo
que cabalgan sobre ti al acecho
de esos truenos que son la voz de tu luz
en el silencio.

Tengo miedo de tus dedos retorcidos
que atraviesan los bosques destrozando las
ramas en invierno
de esos cantos ululantes que arrancas de los
árboles al cielo.

Tengo miedo, le dijo la brisa al viento
de no saber si me ahogarás con tus dedos
de no saber si me llevarás lejos
de no saber si alguna vez podré besar el cielo.

Tengo miedo viento
tengo miedo
pero aún así, te necesito, te deseo y te quiero.


Francisco Vila Fuentes

sábado, 4 de abril de 2009

La saeta

Alfred Dehodencq (1822-1882)

I

“Mírale por dónde viene
el mejor de los nacidos…”

Una calle de Sevilla
entre rezos y suspiros…
Largas trompetas de plata…
Túnicas de seda… Cirios
en hormiguero de estrellas
festoneando el camino…
El azahar y el incienso
embriagan los sentidos…
Ventana que da a la noche,
se ilumina de improviso
y en ella una voz - ¡Saeta! –
canta o llora, que es lo mismo;

“Mírale por dónde viene
el mejor de los nacidos…”

II

Canto llano… Sentimiento
que sin guitarra se canta.
Maravilla
que por acompañamiento
tiene…, la Semana Santa
de Sevilla.
Cantar de nuestros cantares,
llanto y oración. Cantar,
salmo y trino.
Entre efluvios de azahares
tan humano y a la par,
¡tan divino!
Canción del pueblo andaluz:
…De cómo las golondrinas
le quitaban las espinas
al Rey del Cielo, en la Cruz.


Manuel Machado (1874-1947)